Marilín
Rehnfeldt
Antropóloga
mrehnfel@rieder.net.py
Kuategi, en los
inicios de la comunidad Ache
de Puerto Barra. (Foto de Bjarne
Fostervold).
En
la mañana del 30 de agosto
pasado un triste mensaje de
Bjarne Fostervold nos avisaba
que el querido José Kuategi
había fallecido en Puerto
Barra luego de una larga enfermedad.
Kuategi fue uno de
los fundadores de la comunidad
Ache de Puerto Barra sobre el
río Ñacunday y
uno de los últimos cantores
de su pueblo; fue además
un gran cazador de los que,
a partir de su muerte, ya no
existirán. Kuategi nació
en la selva del Alto Paraná,
mucho antes que los mberu, los
paraguayos, ocuparan y destruyeran
sus tierras.
Desde el día
que supe de su fallecimiento
estoy recordando una canción
ache recopilada por Mark Munzel:
“Ahora lejos ya me
voy para desaparecer junto a
mis hermanos, en la tierra de
mis hermanos y que perfecto
ese hogar”.
ADMIRABLE
MÚSICO Y POETA
José Kuategi,
a quien tengo el honor de conocer
desde hace muchos años,
fue en vida un prestigioso cantor
y un admirable músico
y poeta, he tenido la suerte
de escuchar sus poemas-canciones
Pre’e, acompañadas del
dulce sonido de su arco en su
comunidad de Puerto Barra.
Kuategi era también
uno de los últimos ache
que cantaba acompañado
del arco. Esos bellos cantos
poemas, entonados aparentemente
en forma espontánea,
estaban sin embargo compuestos
artísticamente de acuerdo
a reglas poéticas muy
sofisticadas.
José Kuategi
cantaba sobre la vida en la
selva del Alto Paraná
y sus cacerías de antaño,
reflejando el modo de vida y
la manera de sentir de su pueblo.
Sus canciones revelaban el sentimiento
de comunidad entre los hombres
y el bosque. Desgraciadamente
la selva en la que vivía
de niño había
desaparecido por completo y
la caza de animales ya no era
posible; con sus cantos el cazador
Kuategi revivía un pasado
distante.
CANTAR
Y LLORAR
Los cantos de los
hombres ache hacen referencia
generalmente a la caza de animales
silvestres y a la buena vida
en la selva.
Las mujeres recuerdan
a sus seres queridos ya fallecidos
rememorando detalles de sus
vidas. Existe una relación
muy íntima en el canto
de las mujeres, entre cantar
y llorar; tal es así
que chinga, la denominación
del canto femenino, significa
también llorar. |
Me imagino a las mujeres
ache de Puerto Barra entonando
en estos días sus cantos
chinga recordando la admirable
vida de Kuategi, su sabiduría,
su gran amabilidad, su risa
y sus fuertes abrazos de bienvenida
a los que lo visitaban.
TERROR
A LOS PARAGUAYOS
El joven Kuategi fue
miembro del grupo Ache de la
cuenca del río Ñacunday,
que a inicios de los años
setenta, en la peor época
de la dictadura stronista, salió
de la selva a causa de la desnutrición
y el hambre causados por la
destrucción de los bosques
y por el terror a los paraguayos
que mataban y secuestraban a
los ache, como una hermana de
Kuategi que fue secuestrada
en esa época.
Los ache se instalaron
en una zona boscosa entre el
río Ñacunday e
Yñaro con el acompañamiento
y protección de la familia
misionera de Rolf y Karina-mai
Fostervold. Como dice Bjarne
Fostervold en una comunicación
personal, los ache del Ñacunday
salieron en esos tiempos con
sus cuerpos erguidos y sus ganas
de sobrevivir.
En esa época
visité por primera vez
a la comunidad de Puerto Barra
junto con el doctor Sinforiano
Rodríguez Doldán
y otros miembros del Proyecto
Marandu de la Universidad Católica,
para una urgente atención
médica pues los ache
estaban sufriendo del sarampión,
la viruela y la gripe a causa
del contacto con la sociedad
paraguaya.
Posteriormente, viajamos
juntos con Kuategi al Primer
Encuentro Continental de la
Pluralidad en Ciudad de México
en 1992; las anécdotas
del viaje fueron de las más
divertidas e inolvidables que
guardo en mi memoria. Solo puedo
decir que Kuategi dejó
en alto la música indígena
del Paraguay y fue un admirable
representante de nuestro país.
PERSECUCIÓN
CONSTANTE
Desde la década
del 50 los ache fueron sistemáticamente
perseguidos por diversos sectores
de la sociedad nacional; esta
persecución constante
se tradujo inclusive en terribles
cacerías humanas. Muchos
niños y niñas
ache fueron raptados y vendidos
a familias paraguayas que los
tenían como criados.
Debido a la presión sobre
sus tierras tuvieron que abandonar
su vida de cazadores y recolectores
para dedicarse a la agricultura
sedentaria en las pocas comunidades
ache que existen hoy día
en el Paraguay.
Toda la comunidad
de Puerto Barra, su esposa María
Tatugi, sus cuatro hijos Juan,
Francisco, Rosa y José
Anegi y la familia de Bjarne
y Rosalba Fostervold lo acompañaron
en sus últimos días
con admirable amor y cuidado
hasta que el mismo decidió
salir del hospital para morir
entre los suyos indicando que
quería ser enterrado
con su cabeza al este y sus
pies hacia el oeste en la manera
tradicional.
En la memoria de José
Kuategi, un hombre amable y
bondadoso que siempre quedará
en el recuerdo y la estima todos
los que tuvimos el honor de
conocerlo. |