Su autodenominación
ritual es Jeguakava
Tenonde Porangue’ í
(los primeros escogidos en llevar
el adorno de plumas). Esta denominación
tan bella, poética y
fascinante contrasta con la
triste visión de los
Mbya
harapientos y mendigos que desde
hace más de un año
se puede apreciar en las principales
ciudades del Paraguay, como
Asunción, Encarnación
y Ciudad del este.
Algunos
grupos Mbya
que han quedado por siglos escondidos
en las selvas de la región
oriental, han sido obligados
a salir de su hábitat
a causa de la deforestación,
de la expulsión y de
la ocupación de sus territorios
por parte de, así llamados,
campesinos sin tierra.
En
realidad la migración
de los Mbya,
aunque mínima en porcentaje,
encierra síntomas muy
peligrosos de desintegración
cultural, lo que conforma por
parte de la sociedad nacional
un crimen de etnocidio, ya que
es imposible conservar las pautas
culturales Mbya
en un contexto urbano. Las consecuencias
serán, para esos grupos,
una rápida disolución
de sus contenidos ancestrales.
En
1990 Chase Sardi nos enumeraba
ochenta y un comunidades y,
después de diez años,
encontramos noventa. Esto responde
a una mayor dispersión,
producida por la necesidad de
mejorar la utilización
de los recursos naturales, ya
muy escasos. La sobrevivencia
de un grupo reducido numéricamente
se hace más llevadera
que la de un grupo grande.
Lugar
que habitan
El
censo de 1981 arrojaba la suma
de 5.500 personas; en el censo
de 1992 se registraban 4.744
personas; sin embargo, los datos
proveídos por el Foro
de Entidades Privadas Indigenistas
(FEPI) proporcionaban, en 1995,
la cantidad de 10.990 Mbya.
Estos
datos tan contradictorios y
diferentes se explican a partir
de las dificultades geográficas
para llegar a los distintos
grupos, y a la reticencia de
los Mbya
para ser censados. En el año
2000 consideramos razonable
estimar la población
de la etnia en 12.100 personas.
La
localización histórica
de esta etnia abarca desde las
laderas selváticas de
la sierra de Mbaracaju a la
región cercana a Corpus,
y se extiende hasta el territorio
argentino de Misiones y los
estados brasileños de
Mato Grosso, Paraná y
Río Grande do Sul.
Vida
familiar, economía, educación,
alimentación
Arriba
León
Cadogan (1967) nos habla de
un pacto entre estos indígenas
y los conquistadores, en virtud
del cual los últimos
se habrían quedado con
los campos y los indígenas
con la selva. Pero este pacto
no fue cumplido, porque los
paraguayos y extranjeros invadieron
los bosques y los talaron para
practicar la ganadería
intensiva y sembrar cultivos
industriales.
"En
la visión Mbya
la tierra no es solo un recurso
de producción, sino un
ámbito de relaciones
sociales, además de ser
escenario de la vida religiosa.
En la cultura Mbya
tan importante como las necesidades
de subsistencia son las necesidades
no materiales, ligadas al plano
simbólico que da sentido
a la existencia
Los
indios Jeguaká
Tenondé,
generalmente llamados Mbya
y a veces, despectivamente,
ka’yguá,
viven en pequeños grupos
que raramente exceden de cuatro
o cinco familias, diseminados
por el departamento del Guairá.
Son sedentarios y tienen gran
apego al lugar que habitan:
tataypy
rupá,
asiento de sus fogones. En verano,
sin embargo, viajan mucho, visitándose
mutuamente y recorriendo el
departamento, que ellos consideran
el centro de la tierra, cuna
de la raza, de confín
a confín.
Poco
se ha hecho aún por facilitar
su adaptación a la vida
civilizada y no siempre han
sido objeto de la consideración
que merecen. El incremento que
han tomado en estos últimos
años las explotaciones
forestales y la consiguiente
disminución en el número
de animales silvestres, ha afectado
adversamente su economía;
y, en parte debido al hecho
de carecer de tierras propias,
ha llegado a menguar su amor
a la agricultura, cultivando
en la actualidad, apenas lo
indispensable para vivir.
El
que haya disrninuído
la capacidad productiva del
Mbya
como agricultor, sin embargo,
no debe atribuirse al solo hecho
de carecer de tierras propias:
con el relajamiento de la cohesión
y disciplina tribales y la virtual
desaparición del cacicazgo,
nadie impone la ley que antaño
regía sobre el área
mínima a cultivarse.
Subsiste, empero, la obligación
sagrada de dar de comer a todo
miembro de la tribu que llegare
al "tapyi"
(vivienda) ; y esta anomalía
trae como consecuencia el que
muchos que se alejan de las
tolderías en época
de la siembra alucinados por
el espejismo de una vida fácil
en obrajes y yerbales, vuelven
en los meses flacos a consumir
el fruto de las labores de aquellos
que prefirieron dedicarse a
las faenas agrícolas.
No es por consiguiente de extrañar
que el Mbya,
originariamente excelente agricultor,
apenas produce en la actualidad
lo suficiente para no morir
de inanición.
La
rama del guaraní hablada
por los Mbya
es interesantísima, tanto
desde el punto de vista del
guaranísta como del filólogo
y etnólogo. Contiene
numerosas voces de las que carece
la llamada "lingua geral"
o guaraní clásico
de Montoya; y el hecho de desconocer
ellos un número elevado
de voces de la "lingua
geral", hace presumir que
su idioma ocupa un lugar intermedio
entre una lengua madre y la
rama más desarrollada
del guaraní.
Además
del vocabulario corriente, existe
el religioso, llamado "ñande
ary guá ñe’é"
—palabras de los situados encima
de nosotros, o ne’é
porá -
palabras hermosas - empleadas
exclusivamente en las plegarias,
himnos sagrados y mensajes divinos
recibidos de los ancianos y
ancianas para ser trasmitidos
a los miembros de la tribu.
Son palabras, frases y locuciones
pronunciadas siempre con el
mayor respeto, y en ningún
caso se divulgan a personas
que no gocen de la plena confianza
de los indígenas.
Transcribo
a continuación la traducción
literal de los principales capítulos
del código actualmente
en vigor, recopilados mediante
la colaboración de los
mburuvicha —dirigentes-— más
avezados.
Violación:
El que se apodera violentamente
de una niña, echándose
con ella al lado del camino,
recibirá numerosos azotes.
En su defecto, entregará
a la niña lo que ésta
le pidiere. Si muriera la niña,
morirá también
el que la derribó.
Heridas:
El que hincara a su prójimo
con cuchillo o le hiriera con
flecha; el que cortara, el que
castigara con sable de madera
(yvyrá
raimbé),
pagará lo que pidiera
la víctima. En su defecto,
será herido con cuchillo
o con flecha, cortado o castigado
con sable de madera. Debe purgar
su delito.
Hurto:
El que hurtare, recibirá
azotes, o devolverá lo
hurtado, a fin de que vuelva
a reinar la armonía entre
los hombres.
Adulterio:
Si la madre de tus hijos pecare
a escondidas con otro, puedes
repudiarla inmediatamente, pero
sin maltratarla. Puedes reprenderla,
sin embargo, dándole
buenos consejos; pero si vuelve
a pecar a escondidas, debes
repudiarla. (En un juicio por
infidelidad al que asistí,
el seductor fue multado, volviendo
la mujer con su marido) -
Incendio
intencional:
Aquel que por desamor incendiara
la vivienda de su prójimo,
sufrirá el mismo castigo;
únicamente así
reinará la armonía.
Hechicería:
Aquel que dirige plegarias a
Mba’é
Pochy
(el demonio) y mediante la mala
ciencia así adquirida
hiriere furtivamente (embrujar,
hechizar) será herido
repetidas veces en el brazo,
para que se atemorice; si aquel
a quien ha herido muriera, debe
morir también el que
lo ha herido furtivamente, para
acabar con los que no aman a
sus prójimos.
Homicidio:
Si a pesar de los buenos consejos
recibidos por mí de los
de arriba y divulgados por mi
a los de mi tribu, surgiera
entre nosotros alguien a quien
Mba’é
Pochy
hiciera perder la cabeza para
que arrebatara la vida a un
semejante, esto lo purgará
con su vida (o
mbo-eko-viá,
dará en retribución).
Esta es la única manera
de obtener que vuelva a reinar
la armonía, curándose
el dolor de corazón de
los deudos del muerto.
El
acto de ejecutar en el homicida
la pena de muerte se celebra
ruidosamente con música,
tambores y cajas, en presencia
de toda la tribu. El alma del
ajusticiado, dicen, es entregada
por los dioses a Mba’é
Pochy,
quien la devora. Si ha matado
a más de uno, la ley
exige que su pariente más
cercano muera con él;
y sé de un caso en que,
habiéndose asilado el
victimario en el extranjero,
fuera del alcance de la ley
tribal, pagó la última
pena su hermano mayor.
Como
todas las tribus guaraní,
los Mbya
poseen conocimientos no despreciables
de botánica, y conocen
una gran variedad de yerbas
medicinales de cuyas virtudes
terapéuticas saben aprovecharse
debidamente. Utilizan también
en el tratamiento de las enfermedades
comunes, hongos, algunos insectos,
grasas de animales y de pescados.
Muchas enfermedades graves,
sin embargo, se deben a hechizos,
a las malas artes de los que
adquirieron "la mala ciencia";
o a heridas invisibles causadas
por los seres invisibles que
pueblan las selvas. Estas dolencias
no ceden al tratamiento común,
requiriendo la intervención
del anciano o la anciana de
la tribu para conjurar el maleficio,
lo cual se consigue extrayendo
del cuerpo del enfermo, mediante
la succión, yerbas venenosas,
guijarros y gusanos
Al
llegar a la pubertad, recibe
el Mbya
consejos de la anciana de la
tribu acerca de la manera de
portarse. "Ya no eres criatura",
le dice, "y debes imitar
la conducta de los hombres;
debes ser ágil y trabajador,
no quiero que seas como yo.
En breve querrás casarte
con una niña que tenga
madre, que tenga padre. ¿Crees
tú que su madre, su padre,
la querrán entregar a
alguien que la obligará
a vivir en una choza destartalada
por no saber construir una vivienda?
¿Crees tú que
tu mujer permanecerá
contenta si la haces pasar hambre
por no haber sembrado lo suficiente
para alimentarla?
—No
te olvides nunca de los situados
encima de nosotros; únicamente
los que se acuerdan de ellos
prosperan (literalmente: alcanzan
altura, i
jyvaté í).
El
matrimonio no se celebra con
ninguna ceremonia ni rito; el
galán se presenta a solicitar
la mano de la muchacha, la que
generalmente es cedida. En caso
de denegarse la solicitud, generalmente
se fugan los enamorados, y asunto
terminado. El que el novio no
posea casa ni plantaciones,
carece de importancia, pues
en donde haya un taipyi
está seguro de hallar
alojamiento y comida gratis.
—Es usual la poligamia, designándose
a la primera mujer con el nombre
de "ta’y
chy aé",
la verdadera madre de los hijos;
y las demás "ta’y
chy jevy",
posteriores madres de los hijos.
A los recién casados
se les recomienda especialmente
no burlarse de los defectos
de los demás, para asegurarse
una descendencia sana y libre
de defectos.
Después
del alumbramiento la mujer se
somete a régimen —o
je koakú—
durante una luna, absteniéndose
de carne, sal y miel; pero siéndole
lícito comer de la carne
del oso hormiguero, kaguaré
cuy
carne es "ajá-ey",
no - prohibida, lícita,
por haber sido creado especialmente
para el efecto por Pa’í
Reté Kuaray.
El hombre también se
abstiene de trabajos pesados-
durante unos ocho días,
para evitar que el recién
nacido se perjudique —o
je arúa.
El
ombligo del recién nacido
lo espolvorean con esporas de
un hongo diminuto llamado "arúa
poá"
—remedio de lo dañino,
lo perjudicial, y a veces con
tierra lavada por la lluvia
o calcinada. Para evitar que
el párvulo sea molestado
por "aquellos que no vemos",
v. gr., duendes invisibles,
encienden de noche una bujía
hecha de cera de abejas ei-rakuai
ñachi,
llamadas kuañeti
en el guaraní contemporáneo
y en la Argentina, camoatí.
Periódicamente entonan
himnos acompañados de
música sagrada, kumbijáre,
rogando a los dioses que conserven
la salud de los niños
La
primera siembra, que debe efectuarse
durante la luna menguante en
que florece el tajy
(tavevuya ype) por anunciar
la floración de este
árbol la terminación
de las heladas, consiste en
maíz, mandioca, frijoles,
batata dulce y maní.
La segunda, de maní,
maíz enano precoz y frijoles,
se efectúa hallándose
madura la fruta del muembe
(philodendron). En las plegarías
que elevan a Jakairá,
dios de la primavera, para que
envíe a sus hijos a proteger
sus sembrados contra la langosta
y otras plagas, recalcan el
hecho de que lo que han sembrado
está destinado a alimentar
a toda la tribu y que no son
ellos los únicos que
lo aprovecharan.
Cuando
maduren los frutos de tu chacra,
darás de comer a los
de tu tribu, sin excepción
alguna. Para que se harten todos
es que llegan los frutos a su
madurez, y no para que sean
objeto de avaricia. Dando qué
comer a tu prójimo, verán
los de arriba que amas a los
del asiento de tus fogones y
ellos añadirán
días a tu vida para que
repetidas veces puedas volver
a sembrar.
Este
precepto sagrado, trasmitido
textualmente a través
de los siglos, de generación
en generación, es cumplido
religiosamente; pero, como queda
dicho, la ley que ordena a todo
hombre casadero a cultivar una
extensión determinada
para asegurar la alimentación
de la tribu, ha caído
en desuso. El problema resultante
de este incumplimiento de la
ley tribal es de los que estudian
los indigenistas del Paraguay
y los poderes públicos
del país."
Artesanía
tradicional / materiales utilizados
Arriba
Los
Mbya
son, de los indígenas
que habitan la región
oriental, quienes conservan
con mayor arraigo la antigua
técnica de los cestos
típicos de sus antepasados
del área amazónica,
casi siempre ornamentados.
El
arte ornamental en su cestería
- ejercitado por los varones
- manifiesta una expresión
estética mucho más
variada y rica que la que hallamos
en sus obras en cerámica.
Los
cestos difieren por su tamaño
y forma, pero la técnica
ornamental constituye un elemento
Mbya
tradicional, sin faltar los
objetos extraños a su
cultura que reciben el aditamento
de un revestimiento trenzado
(botellones de vidrio, por ejemplo).
Para
la confección de los
cestos emplean tiras de takuarembo,
con anchos de 4 a 5 mm, y corteza
negra de guembepi,
que se unen utilizando la técnica
de entretejido. Su forma es
circular o ligeramente rectangular,
con leve ensanche en los bordes.
Los cestillos circulares para
guardar plumas suelen tener
la tapa trenzada. Los cestos
grandes, utilizados para transportar
frutos, llevan un refuerzo exterior
constituido por dos listones
de 3 cm de ancho que se cruzan
en el fondo. Estos suben hasta
el borde y luego son doblados
hacia el exterior. Finalmente
colocan una faja trenzada de
guembepi
que sirve para facilitar el
transporte del cesto. Los diseños
ornamentales cubren toda la
pared del cesto, o se aplican
por bandas, formando motivos
geométricos, casi siempre
de manera asimétrica;
en el interior la decoración
consiste en cuadritos negros
y blancos al modo de un damero.
Los
Mbya,
buenos cultivadores de mandioca
y maíz, hacen unos cedazos
para cernir sus harinas, semejantes
a los confeccionados por los
Ava
Guarani,
aunque más ornamentados,
utilizando fibras de guembepi.
Se confeccionan con las tiras
de takuarembo,
entramándose dos por
dos, más o menos distanciadas,
sirviendo de borde un listón
de madera liviana de unos 3
a 5 cm. de alto, cuidadosamente
ornamentado.
Religión
y Mitos importantes
Arriba
"Ñande
Ru
creó cuatro grandes seres:
Karai,
dueño del ruido del crepitar
de llamas, dios del fuego, con
su esposa, Kerechú;
Jakairá,
dueño de la humareda
vivificante, dios de la primavera,
con su esposa Ysapy;
Ñamandú,
dios del sol, y su esposa Jachuká;
Tupã
Ru Etê,
dios de las lluvias, el trueno
y el rayo y su esposa Pará.
A
estos cuatro dioses y sus esposas
se les aplica el nombre de "i
puru’ ã ey va’é"
- los que carecen de ombligo
- subrayándose con está
designación el que fueron
creados y no engendrados. Tienen
numerosa descendencia, pero
estos hijos, por haber sido
engendrados y no creados, ya
tienen ombligo.
Karai,
Jakairá,
Ñamandu
y Tupã
son los encargados de enviar
almas a la tierra para que se
encarnen en los cuerpos de las
criaturas por nacer. Ellos envían
los espíritus masculinos,
y sus consortes, los femeninos;
por esto se les conoce también
con el nombre de Ñe’é
Ru Eté,
verdadero padre de la palabra
- alma; y Ñe’é
Chy Eté,
verdadera madre de la palabra
- alma, respectivamente. De
acuerdo con la región
del paraíso de donde
es oriunda la palabra - alma
que se encarna, cuyo origen
es determinado en solemne ceremonia
por el mburuvíchá
—dirigente de la tribu—, recibe
el hombre el patronímico
sagrado que ha de acompañarlo
hasta la tumba como parte integrante
de su ser.
Los
ambá,
moradas de los dioses Mbya,
están situados en el
centro del firmamento, a ambos
lados de la trayectoria del
sol; las regiones celestes,
situadas al norte y sur de la
órbita del astro, pertenecen
a los dioses de otras razas.
Creen
los Mbya
en la dualidad del alma, siendo
sinónimos para ellos
"parte divina del alma",
y "habla", por ejemplo,
ñe’é.
La palabra - alma la envían
los dioses para que se encarne
y, muerto el hombre, vuelve
a la morada del que la enviara.
A-ngüé,
el ex - ser, el ser – que -
fue (á, ser o estar enhiesto,
erguirse), producto de las pasiones
y apetitos, tekó
achy,
permanece en la tierra, y si
no se le obliga a alejarse del
tapyi
con fumigaciones de humo de
tabaco, plegarias y cánticos,
puede causar la muerte de sus
allegados.
La
primera tierra, Yvy
Tenondé,
fue destruida por las aguas
del diluvio, Yvy
Ru’ü,
tierra blanda. Todos los hombres
virtuosos que la habitaban,
libradas de tekó
achy,
las pasiones humanas, ascendieron
a los cielos; los que habían
incurrido en pecado fueron metamorfoseados
en insectos, aves, reptiles
y animales, en cuya forma ascendieron
también a los paraísos.
Reconstruida la tierra por un
hijo de Jakairá,
dios de la primavera, volvió
a poblarse con imágenes
— ta’angá
— de los habitantes de las regiones
celestes, siendo los Mbya
descendientes directos de una
mujer que vivía en Yvy
Yvyté,
el centro de la tierra (el Guairá)
y del dios Ysaupí
quien rehizo la tierra.
En
las tradiciones religiosas guaraní
- Mbya ocupa lugar destacadísimo
Pa’í
Reté Kuarahy,
el señor del cuerpo como
el sol, hijo de dios y de mujer
guaraní; y Jachy-ra,
futura luna, creada ésta
por Pa’í
para secundarle en sus tareas,
consistentes en la creación
de abejas melíferas,
liberar la tierra nueva de seres
malignos, encarnaciones del
espíritu del mal, y provisión
a los Mbya
de un código que regiría
su vida.’ Es un hecho notable
que el origen de numerosas locuciones
de empleo cotidiano en el guaraní
contemporáneo, lenguaje
íntimo del pueblo paraguayo,
como también la etimología
de algunas voces de oscuro origen,
hay que buscarlo en las tradiciones
referentes a este dios autóctono,
a pesar de varios siglos de
Cristianismo y de tenaces esfuerzos
por desterrar del alma del pueblo
todo vestigio de la religión
aborigen.
Las
plegarias e himnos sagrados
y los capítulos de la
religión referentes a
la aparición del Creador,
la creación del lenguaje
humano, la alocución
dirigida por Ñande
Ru
a los padres del alma referente
al envío de palabras
- almas a la tierra, de indiscutible
valor poético todos ellos,
y algunos, de profundo contenido
filosófico, llámanse
ñe’e
porã tenondé
—primeras palabras hermosas—
considéranse sagrados
y se divulgan únicamente
a los miembros de la tribu."
|
|
Transcribiremos
a continuación algunas
de esas
ñe’e porã tenondé
recopiladas por León
Cadogan entre los Mbya a mediados
del siglo XX:
La
Primera Tierra
El
verdadero Padre Ñamandú,
el primero,
habiendo
concebido su futura morada terrenal,
de
la sabiduría contenida
en su propia divinidad,
y
en virtud de su sabiduría
creadora,
hizo
que en la extremidad de su vara
fuera
engendrándose la tierra.
Creó
una palmera eterna en el futuro
centro de la tierra;
creó
otra en la morada de Karaí;
creó
una palmera eterna en la morada
de Tupã,
en
el origen de los vientos buenos
creó
una palmera eterna;
en
los orígenes del tiempo
- espacio primigenios creó
una palmera eterna;
cinco
palmeras eternas creó:
a
las palmeras eternas está
asegurada
la
morada terrenal.
Existen
siete paraísos;
el
firmamento descansa sobre cuatro
columnas:
sus
columnas son varas - insignias.
El
firmamento que se extiende con
vientos
lo
empujó Nuestro Padre,
enviándolo a su lugar.
Habiéndole
colocado primeramente tres columnas
al paraíso,
éste
se movía aún;
por
este motivo,
le
colocó cuatro columnas
de varas - insignias;
sólo
después de esto estuvo
en su debido lugar,
y
ya no se movía más.
El
primer ser que ensució
la morada terrenal
fue
la víbora originaria;
no
es más que su imagen
la que existe ahora en nuestra
tierra:
la
serpiente originaria genuina
está
en las afueras del paraíso
de Nuestro Padre.
El
primer ser que cantó
en
la morada terrenal de Nuestro
Primer Padre,
el
que por primera vez entonó
su lamentación en ella,
fue
la yrypa, la pequeña
cigarra colorada.
La
cigarra colorada originaria
está
en
las afueras del paraíso
de Nuestro Padre:
es
solamente una imagen de ella
la que queda
en
la morada terrenal.
Pues
bien, el yamai es el dueño
de las aguas,
el
hacedor de las aguas.
El
que existe en nuestra tierra
ya
no es el verdadero;
el
verdadero está en las
afueras del paraíso de
Nuestro Padre;
ya
no es más que su imagen
el
que actualmente existe en nuestra
tierra.
Cuando
Nuestro Padre hizo la tierra,
he
aquí que era todo bosques:
campos
no había, dicen.
Por
este motivo,
y
para que trabajase en la formación
de praderas,
envió
al saltamontes verde.
En
donde el saltamontes clavó
originariamente su extremidad
inferior
se
engendraron matas de pasto:
solamente
entonces aparecieron las praderas.
El
saltamontes celebró con
sus chirridos
la
aparición de los campos.
El
saltamontes originario
está
en las afueras del paraíso
de Nuestro Padre:
el
que queda ahora no es más
que una imagen suya.
En
cuanto aparecieron los campos,
el
primero en entonar en ellos
su canto,
el
primero en celebrar su aparición,
fue
la perdiz colorada.
La
perdiz colorada
que
por primera vez entonó
sus cantos en las praderas,
está
ahora en las afueras del Paraíso
de Nuestro Padre:
la
que existe en la morada terrenal
no
es más que su imagen.
El
primero en remover la tierra
en la morada terrenal de Nuestro
Padre
fue
el armadillo.
Ya
no es el verdadero armadillo
el
que existe hasta el presente
en nuestra tierra:
éste
ya no es más que su simple
imagen.
La
dueña de las tinieblas
es la Lechuza.
Nuestro
Padre el Sol es dueño
del amanecer.
Los
héroes divinizados de
la mitología Mbya-guaraní
- Kapita Chiku
"En
el cap. VI hice referencia a
la creencia según la
cual el hombre virtuoso, que
ajusta su conducta estrictamente
a los preceptos contenidos en
el código moral de la
raza, se dedica con perseverancia
a los ejercicios espirituales,
se limita a un régimen
estrictamente vegetariano, puede
hacerse merecedor a la gracia
e ingresar al paraíso
sin sufrir la prueba de la muerte.
Mediante los ejercicios señalados,
libra paulatinamente el cuerpo
del lastre que representa teko
achy,
las imperfecciones humanas,
el cuerpo va perdiendo paulatinamente
su peso hasta volverse imponderable
y el postulante, sin sufrir
la prueba de la muerte, ingresa
en el Yva o Yvy Marã’ey,
para cuyo objeto cruza el mar
que separa la tierra, del paraíso.
Esto lo hace en la maroma a
cargo de Parakáo Ñe’êngatu
(cap. VIII, notas), debiendo
previamente hacer una larguísima
peregrinación a través
del mundo, la que termina en
Para Guachu Rapyta, el origen
del mar grande, última
etapa terrestre del viaje.
Contienen
los anales de los Mbya casos
de varios seres privilegiados
que obtuvieron la perfección:
aguyje, en la tierra, después
de haberse dedicado a su misión
de médicos agoreros de
los grupos a su cargo. Se les
venera como Tupã Miri,
ocupando una posición
comparable a los santos de la
hagiografía católica.
Recuerdo Kuarachy Jú,
Kuarachy Eté, Takuá
Verá Chy Eté,
Karaí Katu, Karaí
Chapá y Karai Ru Eté
Mirî.
De
Takuá Verá Chy
Eté, quien tiene su morada
en el cielo en dirección
sudeste de Caaguazú,
se dice que obtuvo la perfección
o aguyje, danzando y entonando
himnos en honor de los huesos:
yvyra’i kãnga (cap. V),
de un hijo que se le había
muerto:
Depositó
Takuá Verá Chy
Eté los huesos del que
portara la vara en un recipiente
de cañas trenzadas. Cantó,
oró, danzó en
honor de ellos. Obtuvo con ellos
la gracia divina; con ellos
se hizo acreedor a la resurrección;
hizo que circulara por los huesos
el decir. Los Seres Buenos iluminaron
el cadáver; llamaron
a Takuá Verá.
(Vera
es patronímico correspondiente
a las almas enviadas por Tupã
(cap. IV); Takua Vera, el nombre
sagrado del hijo que volvió
a encarnarse y ascendió
al Paraíso acompañado
de su madre, significa: Bambú
Iluminado, pues el recipiente
de bambú, takuapemby,
en el que habían sido
depositados sus huesos, también
ascendió al cielo. El
nombre de la madre del niño,
bajo el que se le rinde culto,
es Takua Vera Chy Ete, la verdadera
madre de Takua Vera; y según
una versión de este mito
que escuché de boca de
Tomás, de Yvytuko, lleva
en cada hombro una plantita
de bambú, que le brotó
en el momento de adquirir la
gracia.)
De
Karai Chapa cuentan que, terminada
su peregrinación, cruzó
solo el mar que separa la tierra
del paraíso, dejando
a su esposa en la tierra por
sospechar de ella que le era
infiel, y diciéndole
que volvería para llevarla
consigo después de haberse
establecido en su amba: morada.
Cuando en cumplimiento de su
promesa volvió, halló
a su mujer con una criatura
de pecho en brazos, hijo de
él, según la mujer.
Al alcanzar la maroma que da
acceso al paraíso, tomó
Chapá la criatura de
brazos de su madre; se disolvió,
ykupa, el niño, prueba
de que era adulterino; por cuyo
motivo Chapá abandonó
definitivamente a su mujer y
ascendió solo al paraíso.
Karai
Katu, en su peregrinación,
fundó el pueblo de Tava’i
con la intención de permanecer
en él algún tiempo
y fortalecer su espíritu
y los de sus discípulos
y, a la vez, sembrar y recoger
provisiones para el largo viaje
hacia el mar. La llegada de
los españoles -yvypo
amboae i-, sin embargo, le obligó
a abandonar la población
que acababa de fundar y seguir
su camino. En el cerro de Mbatovi,
situado en el departamento de
Tava’i, existen aún plantas
milagrosas de tabaco, petÿ
ju, sembradas por Karaí
Katú, las que podrán
ser halladas y utilizadas por
quienes se dedican con fervor
a los ejercicios espirituales
y adquieren la buena ciencia;
es decir, los médicos
agoreros.
De
Kuarachy Ju, Kuarachy Ete, Takua
Vera Chy Ete, Karai Katu y Kapitã
Chiku, los héroes divinizados
de la mitología jeguakáva,
puede afirmarse, basándose
en detalles contenidos en sus
respectivos mitos, que obtuvieron
aguyje y ascendieron al paraíso
después de la Conquista.
Este hecho lo confirma la aseveración
de los dirigentes de que el
origen del Mar Grande, Para
Guachu Rapyta, está situada
allende Kurutue Retá,
el país de los portugueses
(cap. VIII, notas). Siendo notoria
la tenacidad con que los Jeguakáva
se aferraban a su religión,
lengua y tradiciones, y los
desesperados esfuerzos que realizaron
por sustraerse a la dominación
española y la asimilación
(Bertoni: La Civilización
guaraní, 1922), es casi
seguro que Chikú, Chapá
y demás héroes
eran médicos agoreros
que conducían a sus respectivas
tribus en un éxodo hacia
el mar a fin de salvarlas de
dicha dominación. Y una
investigación prolija
de las tradiciones referentes
a estos caudillos religiosos
indudablemente arrojaría
luz sobre las grandes migraciones
guaraníes en busca de
la Tierra sin males: Yvy Marã’
eÿ , de tan funestas consecuencias
sobre el cuerpo político
social de la raza y cuyas causas,
a estar a lo que dice Nimuendajú
(l.c., cap. VII), aún
no han sido explicadas satisfactoriamente
por los hombres de ciencia.
Las
causas de estas migraciones,
sin embargo, existían
ya antes de la Conquista, según
lo comprueba el mito de Karai
Ru Ete Mirï, y los datos
que da Montoya en la Conquista
Espiritual (1989:132) sobre
la veneración de los
esqueletos y la reencarnación
del espíritu en los mismos.
Esto confirma las deducciones
de Schaden (Mitología
Heroica, São Paulo, 1946),
aunque él aún
ignoraba las tradiciones religiosas
de los Mbya cuando escribió
su tesis. Los datos contenidos
en el mito de Karai Ru Ete Mirï
que he escuchado, inducen a
creer que su divinización
antecede en mucho al de los
demás héroes divinizados.
El es el creador del kochi,
cerdo montés grande;
envía espíritus
a la tierra para encarnarse,
y tiene su morada en una isla
situada en medio del mar, según
se colige de la leyenda transcripta
en el cap. XVIII, titulada "El
que se prendó de una
marrana". Fue en Yvy Mbyte,
"el centro de la tierra",
que se dedicó a los ejercicios
espirituales:
Karaí
Ru Eté Miri, el dueño
de los cerdos, comenzó
primeramente a dedicarse a la
obtención de fervor en
el Centro de la Tierra. Luego
fue a Yvy Katú.
Entre
los afluentes del Paraná
obtuvo aguyje y se trasladó
allende el Mar Grande, donde
juntó tierra milagrosa,
indestructible.
El
volverá a hacer cantar
a sus hermanos menores en Yvy
Mbyté, contará
sus aventuras a los que permanecieron
en Yvy Mbyté.
No
fueron todos sus compueblanos;
no toda la carne se regeneró.
El
caso de aguyje que transcribo
es el de Kapitã Chiku,
oriundo, según datos
que considero fidedignos suministrados
por el cacique Pablo Vera y
otros, de Arroyo Kurukuchi’y
o Urukuchi’y, actual departamento
de San Joaquín.
Kuarachy
Eté dio asiento a Chikú
en la casa de las plegarias.
Chikú
se dedicó a la obtención
de la gracia. Cantó,
danzó, oró, pidió
inmortalidad.
Se
alimentó de harina de
maíz. Al cabo de tres
meses dijo Kuarachy Eté:
"Saca,
Chikú, tu mano, para
verla yo". Sacó
Chikú su mano y he aquí
que, al hacerlo, se hallaba
cubierta de rocío.
Por
consiguiente, dijo Kuarachy
Eté: "Estás
por adquirir fortaleza; conocerás
la fortaleza si es que no te
desvías".
Volvió
a sentarse Chikú en la
casa de las oraciones, juntamente
con su esposa, la hija de Kuarachy
Eté. Después:
"Saca tu mano para verla
yo", volvió a decir
Kuarachy Eté.
Sacándola
fuera nuevamente, estaba seca,
como si no hubiera estado antes
cubierta de rocío. En
vista de ello, lo sacó
fuera de la casa e hizo que
tomara su camino.
Luego
Kuarachy Eté tentó
a Chikú, arrojándolo
a la cima de un lapacho, entre
cuyas ramas hizo que quedara
prendido de la cabeza.
En
consecuencia, la hija de Kuarachy
Eté: "No te asustes;
es mi padre que así nos
tiene", dijo.
"Luminoso
mi pecho de sabiduría,
me ha arrojado Kuarachy Eté
a la cima del lapacho, ay de
mí!"
Entonando
esta plegaria (por él)
hizo que nuevamente pisase Chikú
la tierra.
Entonces,
a su propia hija arrojó
a la cima del lapacho, haciendo
que quedase prendida de la cabeza.
Chikú,
a su vez, oró por ella
e hizo que su esposa volviese
a pisar tierra.
Se
fueron juntos de aquel lugar;
construyeron una vivienda; volvieron
a dedicarse a la obtención
de fervor.
Después
de haber nacido el hijo de Chikú
y haber adquirido entendimiento,
Kuarachy Eté hizo que
se encarnase en el cuerpo de
su nieto el alma de un jaguar.
Debido
a esto el hijo de Chikú
se fugó a la selva. Su
madre corrió detrás
de él; asió de
nuevo a su hijos; se inspiró
(invocando a su hijo), entonando
himnos referentes a él
a Tupã.
"No
te asustes, mi esposo",
dijo; "no mates al niño;
es mi padre quien así
nos tiene", dijo.
Vino
Tupã, con gracia vino;
y por ella, dio a la madre un
granizo. "Arrójalo
contra la frente de tu hijo",
dijeron los Tupã. Tirándolo
con el granizo, mató
a su hijo: se escurrió
el alma del jaguar.
Hecho
esto, los Tupã redimieron
su decir, hicieron que nuevamente
se encarnara el alma buena.
Pasó
Chikú por Asunción,
mezclándose con los que
no son nuestros paisanos. Aunque
anduvo entre ellos, él
seguía cantando entre
los extranjeros.
Viéndole,
así hablaron los extranjeros:
"¿Por qué
será que se comporta
así? Matémosle
a éste". Lo prendieron,
con intención de matarlo;
engrillado anduvo en una casa
de altos.
Sólo
después de estas cosas
lo llevaron los Tupã
a la selva en la que lo introdujeron
nuevamente; solamente después
de lo acontecido, obtuvo aguyje,
Capitán Chikú.
Obtuvo
Chikú la perfección;
de las palmas de sus manos y
las plantas de sus pies brotaron
llamas; su corazón se
iluminó con el reflejo
de la sabiduría; su cuerpo
divino se convirtió en
rocío incorruptible,
su adorno de plumas se cubrió
de rocío; las flores
de su coronilla eran llamas
y rocío."
Breve
glosario
Arriba
Yvyra’í
kâgâ,
hombre, humanidad
masculina. Yvyra’í
es la vara insignia
del hombre; kã,
huesos; siendo el
significado literal
del vocablo: huesos
del que porta la
vara insignia. |
Takua-ryvaí-kãgã,
feminidad, humanidad
femenina. Takuá
yva es la mujer
que dirige la danza
ritual con un trozo
de bambú,
takuá, significando
literalmente el
vocablo: huesos
de la que dirige
la danza con el
takuá. |
Mo-pyrõ,
hacer que se encarne,
literalmente hacer
que ponga el pie. |
Mbo’ apyká,
permitir que se
engendre, literalmente:
dar asiento, proveer
de asiento. |
Agüyjé-amboaé,
metamorfosis; literalmente:
plenitud anormal
del desarrollo. |
Javá
mo-ke-rá,
fórmula mágica
empleada por los
dioses para producir
la metempsicosis;
literalmente: rápidamente
hacer dormir - desatar. |
Jeguaka
= adorno de plumas
para la cabeza,
símbolo de
la masculinidad;
jeguaká-va
= aquellos que lo
llevan. Che remi
mbo jeguaká
va, dicen los dioses
refiriéndose
a los Mbya, frase
que Significa: aquellos
a quienes adorné
con la insignia
de la masculinidad.
El equivalente femenino
es: |
Jachuká-va,
humanidad femenina.
Jasuka, según
Nimuendajú,
es un adorno usado
por las mujeres
en las danzas; entre
los Jeguakáva,
es adorno de la
cabeza, o cofia;
su equivalente en
el vocabulario común
es "akã
oja poty" —
cofia florida. Jachuka
es también
patronímico
sagrado. |
Ñembo
apyká: proveer
de asiento, p.ej.,
hacer que sea concebido
o engendrado. |
ñe’eng:
pronunciada como
se escribe, pero
seguida de una "y"
apenas perceptible;
la porción
divina del alma.
También significa
"lenguaje de
los seres irracionales",
v. g., el ruido
de animales, aves
o insectos, corno
en Apapokuva-guaraní;
y "palabra",
pero en estos casos
se pronuncia ñe’
e, como en el guaraní
contemporáneo.
Me ha llamado la
atención
el hecho de encerrar
las tres palabras
ayvu = lenguaje
humano, e = decir,
y ñe’ e =
palabra, el doble
concepto de expresar
ideas — porción
divina del alma |
mo ñe’
e ry: hacer fluir
la palabra — resucitar. |
mbo-e-te-ry:
hacer fluir el verdadero
decir — resucitar. |
ayvú:
lenguaje humano,
conversación;
güero-ayvú,
conversar; Ile mbo-uyvú,
rezar. |
avadé:
horroroso, nefasto.
|
ü-my:
en tu conciencia,
en tu corazón.
|
Ndeé,
tuú ramo
re’ü va’é:
tú que te
yergues en calidad
de padre. Hay numerosos
derivados de esta
radical en Mbya-guaranl
y es de uso corriente
en el vocabulario
común y cl
religioso. |
mongueta:
y sus derivados,
que en guaraní
contemporáneo
significa conversar,
se emplea en Mbya-guaraní
casi exclusivamente
en el vocabulario
religioso, y con
el significado mas
bien de ‘inspirar",
"hacer circular
o llegar la palabra
(verbo)". |
Mbovy
ey: mbovy = pocos;
mbovy ey = innumerables. |
opá
mba’é jo
rami gua ey ey:
opa mba’é
= todas las cosas;
jo rami guá
= parecidas entre
si; jo rami guá
ey = disimiles;
jo rami gua ey ey
= innumerables cosas
que no se parecen
entre si. |
jipói:
equivale a ndipóri
= no hay. |
cheé,
ndeé, tuú:
la duplicación
de la vocal ocurre
a menudo en Mbya-guaraní,
especialmente en
los himnos y oraciones. |
yvyra’i-küga:
huesos del (del
que porta) la vara,
y. g. los huesos
del hombre; el femenino
es lakuaryua’i-kügü
— huesos de la que
porta el takuá
(bambú) en
las danzas. |
katu py
oi: estar en público,
entre la gente,
en el lugar que
le corresponde. |
Ñamandú
Ru Eté: dios
del sol; Karai Ru
Eté, dios
del fuego; Jakairá
Ru Eté, dios
de la primavera;
Tupâ Ru Eté,
dios de las lluvias |
ñeychyró:
hilera, serie |
javu uká
ché: quiere
que pequéis.
La palabra angaipá
— pecado, no existe
en Mbya guaraní,
reemplazándosele
con a je avy, etc. |
nda pe
japói remi-mbotói:
os obstinasteis
en no hacer. |
ra’ú:
palabra que encierra
la idea de "intención
frustrada" |
oó
potá ra’ú
reí = solo
tuvo la intención
de irse (pero no
se fue). |
kandiré:
voz empleada para
designar el tránsito
a la inmortalidad
de los que mediante
los ejercicios espirituales
y el régimen
vegetariano, han
logrado despojar
sus cuerpos de todo
peso y su alma de
teko achy = imperfecciones,
ingresando en el
Paraíso sin
sufrir la prueba
de la muerte. Sigue
al estado de agüijé,
perfección,
plenitud, madurez. |
|